Ainhoa Arteta asesina a Kurt Cobain

Ainhoa Arteta asesina a Kurt Cobain

26 NOV 2010 02:57

En la maravillosa liga de los subproductos musicales -el McDonalds pop, las subprime sonoras-, uno de los detritos más mortíferos es el disco de versiones realizado por un músico clásico sobre éxitos, digamos, modernos. ¿Quién no ha sentido ganas de morir y/o matar en un ascensor al escuchar ‘Stairway to heaven’ en flauta travesera? En el asiático de aquí al lado nos solmenan día sí día también ‘Right here’, de Richard Marx, en místico piano-solo. Si el original ya daba arcadas, con la copia apetece quemar el local con los chinos (y nosotros) dentro.

Ainhoa Arteta acaba de perpetrar su segundo atentado a los Derechos Humanos en la categoría de terrorismo sonoro. El pastiche se titula ‘Don’t give up’ y contiene inenarrables versiones de ‘Sweet child o’mine’, ‘With or without you’ y (atención) ‘Smells like teen spirit’ (y de Peter Gabriel, Aznavour, Sabina…). Ella da pena y horror, más perdida que Stephen Hawking en Pachá, pero el autor intelectual del engendro no está en desiertos remotos ni montañas lejanas: es el productor Javier Limón, a quien la Policía Nacional debería detener ya mismo antes de que siga provocando conmoción y pavor.

El disco de marras es como subirse al tren de la bruja musical, un Frankenstein que sólo podría concebir una mente deliciosamente maligna. ‘Sweet child of mine’ se baña como en violines zíngaros (se echan de menos unos coros de Cristina del Valle). ‘With or without you’ va de seriota hasta que Limón mete el cajón flamenco y la percusión jazzy, por supuesto liofilizada.

La versión de ‘Smells like teen spirit’ es exactamente la causa por la que Kurt Cobain se pegó un tiro, sólo que muchos años después. Un arma de destrucción masiva, mucho más que la original -en deshumanización, Arteta y Limón superan a Cobain, y esto no es broma-. Hasta la basura de OT tiene más corazón que este rollo jazz light de standard barato, de hilo musical de hotel de Las Vegas.

Arteta incluso canta mal, como desorientada, como si se hubiera fumado un par de porros para meterse en harina, excepto en una ‘Summertime’ en que su voz de soprano al menos respeta a Gershwin. Lo demás es una pesadilla de piano bar sin paliativos. El despropósito se corona con un libreto absurdo que presenta a Nirvana como iconos de “la mediática Generación X”. La crucifixión es la obvia solución.

El genial Limón, en agria disputa con Carlos Jean por el título de Productor Más Pedorro, busca el titular estrambótico y a fe que lo consigue. El otro objetivo es una audiencia transversal: unir a los públicos de la clásica y del pop. Un objetivo razonable. Este enorme montón de caca sonora, que pervierte las emociones originales para vaciarlas de sentido, contenido y alma, tiene todos los activos para enamorar a las masas. Acudamos pues a adquirirlo sin más dilación.

fuente. blog de quico alsedo . el mundo.es