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3 April, 2011 at 7:11 am #4637webmasterMember
# El concierto se celebra una vez al mes y dura algo más de una hora
# Chuck Berry se sube al escenario en compañía de sus hijos Charles e Ingrid
# Las entradas son escasas y deben comprarse con un mes de antelaciónNo cabe un alma en el Blueberry Hill de Saint Louis, Misuri. No es para menos cuando 340 personas aguardan impacientes a que la leyenda haga acto de presencia. Chuck Berry todavía tiene fuerzas para agarrar guitarra y púa y hacer vibrar a los presentes. Tiene 85 años a sus espaldas y este concierto lo brinda en casa, en su tierra natal y ante los suyos; aunque siempre hay algún turista infiltrado entre la afición. Y periodista, también. No es para menos.
Desde hace 15 años este es el único lugar donde Chuck Berry suelta todo el poderío musical que el paso del tiempo le permite. Se suelta la melena en esta sala una vez al mes y durante la hora que dura la velada, consigue que el ambiente sea muy íntimo. Según afirman sus incondicionales, se le pueden ver hasta las pupilas de lo cerca que están del escenario.
El ritual siempre es el mismo: no se sabe lo que va a pasar. Primero toca una banda local que arranca impacientes aplausos. Acto seguido aparece el dueño del local, Joe Edwards, y presenta al mítico guitarrista. En esta ocasión, Edwards explica que están construyendo un nuevo puente entre Illinois y Saint Louis (Saint Louis marca el límite entre Misuri e Illinois). Dice que los políticos no saben cómo llamarlo. ¿“Por qué no le ponen ‘Johnny B Goode Bridge’?.
El público se vuelve loco con la propuesta. Ya está todo listo para que Chuck Berry salga al escenario. Lleva una sonrisa de oreja a oreja, una camisa de lentejuelas azul y una boina de marinero. Un artista en toda regla. Como todo queda en familia, esta leyenda viva del ‘rock ‘n roll’ aparece custodiado por Ingrid y Charles Berry, sus hijos. Ella es vocalista y toca la armónica, él es el guitarrista y los ojos que todo lo ven.
Comienza el conciertoY suena el primer tema del concierto: ‘Roll Over Bethoven’. Durante toda la actuación, Charles no pierde detalle de su padre. Siempre está pendiente de él. Le coge la púa cuando se le cae y supervisa cada movimiento que hace, todo ello mientras toca la guitarra. Ingrid, en cambio, es la mirada dulce. Enternece ver la manera en la que observa a su progenitor mientras éste da rienda suelta a sus punteos.
Entre acordes y miradas cómplices, Chuck Berry frena en seco. Se detiene a mitad de canción y se mira la mano como si la tuviera cansada. Da unos golpecitos contra la pierna para recuperarla mientras mira al público con rostro cómico. La gente ríe. Es cierto que su octogenaria mano ha sufrido el paso del tiempo y que en ocasiones hay desatino en las notas. Pero ahí está su hijo para guiarle por la canción. A Chuck Berry todo se le perdona.
El propietario de Blueberry Hills, Joe Edwards, afirma que lo mejor de verlo tocar aquí es que no tiene por qué interpretar todos sus ‘hits’ como cuando llenaba estadios con 20.000 personas. “Aquí está en su casa y lo mismo se detiene en medio de la canción y cuenta un chiste. O a lo mejor deja la guitarra y toca el bajo, o el piano. Nunca se sabe lo que va a pasar”, afirma Edwards.
El orgullo de Saint Louis“Es uno de los tesoros de esta ciudad. Estamos muy orgullosos de que Chuck sea residente de Saint Louis”, explica un vecino acostumbrado a ver al genio sobre el escenario. Tampoco podía faltar el orgullo argentino. “Es la tercera vez que vengo y cada vez es diferente. Hace lo que quiere. Cuenta chistes, invita a la gente a bailar en el escenario. Es algo único”, afirma un joven argentino residente en la ciudad.
Chuck Berry deja un tema a medias. La enésima vez. “¿Qué queréis que toque?”, pregunta. La gente corea ‘Johnny B Goode’ y él accede. Cuando acaba de tocarla, reconoce, “no sé qué canción puedo tocar ahora. Tengo para elegir entre 260 y no sé cual tocar”. Más risas entre el público.
Sigue la música e invita a las mujeres a que se suban a bailar al escenario. El incombustible Berry parece cansado. Se sienta al lado del pianista. Ya huele a final de concierto. Poco a poco se acerca hacia la puerta por la que entró. Desde allí dice adiós a sus incondicionales. Y desaparece. La música sigue hasta que su hijo Charles se despide definitivamente por el micrófono. Qué gran velada nos has brindado Chuck.
fuente. elmundo.es
3 April, 2011 at 10:27 am #51401el guruParticipantBonita crónica. -hi
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